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Niños trabajan con ADN Ambiental en el Parque Nacional Coiba

La toma del ADN Ambiental en Sitios de Patrimonio de la Humanidad, se desarrolla en 25 sitios que ha seleccionado la Organización de las Naciones Unidas a través de la UNESCO, y empezó en septiembre del 2022 y culminará en abril del 2023. Niños y niñas de Santa Catalina y otras comunidades cercanas al Parque Nacional Coiba, formaron parte del proyecto Ciencia Ciudadana.

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Se aprueba nuevo Plan de Manejo para el área protegida de la Cordillera de Coiba

Panamá amplió el área marina protegida de la Cordillera de Coiba de 17 mil a 68 mil kilómetros cuadrados aproximadamente, cumpliendo anticipadamente con la meta de la “Iniciativa 30×30” del Marco Mundial de la Diversidad Biológica de proteger el 30% de las áreas marinas del país para el 2030. Menos de un año después, en febrero de 2022, el biólogo marino del Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales (STRI) Héctor Guzmán, junto a un equipo consultor multidisciplinario, entregó el plan de manejo final para el área protegida ampliada que fue recientemente aprobada por el Ministerio de Ambiente de Panamá, según resolución número DM-No. 0089-2022 del 3 de marzo del 2022. El área protegida ampliada de la Cordillera de Coiba, ubicada a 100 km al sur del Parque Nacional Coiba, es única en que cuenta con varias cadenas montañosas submarinas llenas de mucha biodiversidad por descubrir. Es un ecosistema que resguarda catorce especies de mamíferos marinos que la usan como zona de migración y alimentación, como la ballena azul, el cachalote y el rorcual del norte, además de tortugas marinas, peces picudos, tiburones y otras especies, en su mayoría vulnerables o en peligro de extinción según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. La ampliación del área marina protegida de la Cordillera de Coiba mejora la conectividad del Corredor Marino del Paciìfico Este Tropical, fortaleciendo la conservación y el uso sostenible de las aguas protegidas entre Isla de Coco en Costa Rica, Galápagos en Ecuador, Malpelo y Gorgona en Colombia y Coiba en Panamá. “Meses de arduo trabajo con nuestro equipo consultor y más de 20 consultas ciudadanas nos permitieron diseñar y justificar la extensión y el Plan de Manejo del área protegida Cordillera de Coiba”, dijo Guzmán. “Gracias a los fondos de la Fundación Wyss y STRI y al apoyo de la Fundación MissionBlue, la Red Migramar y las autoridades locales por hacer posible esta labor”. “Fue una experiencia nueva para mí el poder coordinar con Héctor este esfuerzo de conservación tan grande para Panamá, y lo logramos” dijo Marco Díaz, coordinador general del equipo consultor. El plan prohíbe completamente la pesca en dos terceras partes del área protegida, y en el tercio restante permite únicamente la pesca sostenible, como por ejemplo la pesca conocida como caña y línea que deberá regularse apropiadamente. Eso reducirá la pesca incidental de especies migratorias, la cual pone en peligro la salud de los océanos. También propone una zonificación de usos novedosa y dinámica que debe reevaluarse cada dos años en adaptación al cambio climático y manejo pesquero, así como una gestión del plan de manejo basada en un comité de gobernanza balanceado, conformado por representantes de los distintos grupos locales e internacionales interesados. Entre otras cosas, el comité velará por la aprobación de las investigaciones científicas en la zona, establecerá las políticas de conservación y uso sostenible del área protegida y gestionará ayuda para el cumplimiento de sus objetivos y el mejoramiento de sus condiciones. “Gracias al consorcio Blue Nature Alliance pudimos conseguirle fondos adicionales a Panamá para establecer por primera vez en el país un sistema de monitoreo satelital de la flota pesquera, que permita erradicar la pesca ilegal y controlar la legal. Esta será un área genuinamente protegida” dijo guzzmán Para el director de STRI, Joshua Tewksbury, es motivo de orgullo que el Instituto haya sido parte del equipo interinstitucional multidisciplinario que desarrolló con tanta dedicación la justificación para la expansión y el plan de manejo para el área protegida ampliada de la Cordillera de Coiba y espera continuar realizando colaboraciones basadas en la ciencia que permitan al país alcanzar otros hitos en pro de la sostenibilidad.

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Monos capuchinos de cara blanca bajan de los árboles en Isla Coiba, Panamá

Al cruzar un tramo de océano de 23 kilómetros desde tierra firme en Panamá hasta Coiba, la isla más grande en el Pacífico Oriental, un grupo de intrépidos biólogos esperaban encontrar especies nunca antes reportadas. Pero además de descubrir nuevas especies, el equipo del Coiba BioBlitz del 2015 se sorprendió al descubrir que los monos capuchinos allí pasaban mucho tiempo en el suelo. «La mayoría de nosotros hemos trabajado en Isla Barro Colorado (la estación de investigación del Smithsonian localizada en el lago Gatún en Panamá) donde los monos capuchinos están acostumbrados a las personas, pero nunca los habíamos visto pasar tanto tiempo en el suelo del bosque», comentó Claudio Monteza, quien está haciendo su Doctorado en el Instituto Max Planck de Comportamiento Animal y en la Universidad de Konstanz. “Nunca vimos a las mamás cargando bebés bajar al suelo como lo hicimos en Coiba. Incluso los grupos más habitados en Barro Colorado son muy cuidadosos con los bebés». Aislada del continente, alrededor de 12 y 18 mil años, Coiba es el hogar de plantas y animales que no se encuentran en ningún otro lugar de la Tierra. Cuando los españoles navegaron por primera vez a Coiba en 1516, los cronistas informaron que la isla estaba densamente poblada por pueblos indígenas, pero para 1550, la isla había sido despoblada, dejando solo un pequeño asentamiento de colonos españoles. Y de 1919 a 2004, la isla fue una colonia penal donde se restringieron los movimientos de los prisioneros, dejando la mayor parte de la isla a sus habitantes salvajes. Claudio sospechó que la valentía de los capuchinos de Coiba podría tener una explicación simple: Coiba carece de jaguares, de pumas, de tayras (comadrejas grandes), de coyotes, de jaguarundis y de ocelotes, todos identificados como depredadores de acuerdo con restos de capuchinos encontrados en muestras fecales. Una de las razones por las que nadie ha estudiado esto antes es porque es casi imposible para los investigadores observar los efectos de los depredadores que se asustan cuando se encuentran con científicos. Pero el equipo de Claudio resolvió este problema usando cámaras. Instalaron cámaras trampa a la altura de las rodillas en las bases de los árboles en Coiba y en una isla cercana mucho más pequeña llamada Jicarón. El movimiento activa las grabadoras de video en las trampas. Luego compararon los videos de monos en las islas con videos de cámaras trampa en tres sitios continentales: la estación de investigación STRI en Isla Barro Colorado, la cercana Península Gigante y en el Parque Nacional Soberanía de Panamá, parte de un estudio realizado por el científico Patrick Jansen como parte de la Red mundial de evaluación y monitoreo de la ecología tropical (TEAMS por sus siglas en inglés). «No registramos ningún depredador de mamíferos en las islas oceánicas, y había más depredadores en el Parque Nacional Soberanía que en Barro Colorado o la Península Gigante, os resultados fueron los que esperábamos en ausencia de depredadores: el tamaño de las tropas de monos en la isla de Coiba era mucho mayor que en cualquiera de los sitios de tierra firme» Comentó claudio Los monos en los sitios donde había depredadores también pasaron más tiempo en el suelo durante la mitad del día, cuando los depredadores están menos activos. Por el contrario, los monos en las islas del Pacífico no centraron su actividad a cierta hora del día. Las visitas más largas al terreno se realizaron en Jicarón (14.5 minutos) y las Islas Coiba (7.9 minutos). Los primates que descendían de los árboles jugaron un papel importante en la evolución humana, pero las explicaciones aún controvertidas generalmente implican cambios en el clima o la dieta.

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