A pesar de no ser hermanas, a Cenia y Fulvia Arrocha hay un lazo hermoso que las une: el amor por tejer sombreros. Cenia y Fulvia, de 73 y 68 años, respectivamente, son guardianas de nuestra cultura. Sus manos diestras llevan más de 60 años tejiendo los más finos sombreros que se producen en la provincia de Coclé.
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Estas mujeres revelan la hermosa experiencia de ser mamá, y cómo su emprendimiento les ha permitido instaurar una familia de hijos, nietos y bisnietos, orgullosos de sus orígenes.
Estas artesanas, se han asegurado de traspasar ese legado de experiencia y conocimiento a sus hijos y nietos, con el objetivo de mantener viva la habilidad y la destreza de diseñar sombreros de diferentes tipos: pinta’os, blancos, de junco, de reatilla y kimbol, piezas que distingue a los hombres y mujeres de la pintoresca provincia coclesana.
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Ambas coinciden que ser madre es como ser una artesana, porque tienen la capacidad de dar vida y de crear una pieza única y especial, completamente diferente del resto.
“Cuando diseño un sombrero le dedico el tiempo que sea necesario, poco a poco voy dándole forma, este proceso exige paciencia y entrega. Ese mismo principio lo apliqué con mis hijas, a ellas les brindé todo el tiempo que tuve para que hoy fueran mujeres de bien”
expresó Cenia con orgullo.
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La primera vez que Cenia diseñó un sombrero tenía 5 años. Recuerda con nostalgia a su madre, porque fue la persona que le enseñó a tejer.
Reconoce que en ella había un talento innato que perfeccionó con el pasar de los años. También recuerda que en esos tiempos un sombrero costaba 50 centavos.
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Cenia explica que con su arte educó a sus cinco hijos: Eloy, Rigoberto, Aris, Ofelia y Migdalia. Pero admite que ese camino no fue fácil. En la comunidad de Las Tibias, en el corregimiento de El Harino, donde nacieron sus hijos, no hay fábricas o empresas que generen empleo, por ello tuvo que tejer sombreros para subsistir.
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Lo demás es historia. Hasta hoy los clientes nunca han faltado, a pesar de que en la provincia de Coclé hay un número considerable de artesanos. Y es que sus diseños y el detalle de sus sombreros la preceden, es su carta de presentación.
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Al igual que Celia, Fulvia confeccionó su primer sombrero cuando era una niña, en la comunidad de Las Tibias. Apenas tenía 12 años. A su memoria aparecen esas imágenes de aquella primera vez. Una experiencia fascinante, el principio de una bella carrera que le permitió criar a sus tres hijas: Zuleika, Yirenia y Yahaira.
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Hay que destacar que Cenia y Fulvia no solo son famosas en Panamá. Sus diseños de sombreros han llegado a Estados Unidos, España y Costa Rica. Se sienten orgullosas por este privilegio y lo perciben como una recompensa por todos los años de dedicación a esta carrera.
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También reconocen lo mucho que le ha ayudado el programa 120 a los 65 del MIDES. Y es que con el beneficio que perciben pueden comprar la materia prima para sus sombreros; además de alimentos, medicamentos y acceso a controles médicos gratuitos.
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Confeccionar un sombrero demanda una técnica depurada. Primero hay que cortar fibras de junco y bellota que se extraen de una planta. Para dar el color oscuro al sombrero se utiliza la planta chisná, cuyas hojas se hierven junto a las fibras que han de ser teñidas. Mientras que el hilo para juntar la costura se obtiene de una planta llamada pita. La confección del sombrero, en totalidad, se diseña a mano.
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Lo primero que se teje es la plantilla, luego viene la copa y por último el ala del sombrero. La calidad del sombrero se determina por el número de vueltas que este posee. Los sombreros que diseñan Cenia y Fulvia son de 16 vueltas y pueden tardar hasta mes y medio.
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Cenia y Fulvia aseguran que han cumplido con su trabajo como madres y guardianas de la cultura. La prueba es que entre abuelas, hijos y nietos se teje el futuro de la artesanía, porque se han asegurado de que la tradición de hacer sombreros a mano se mantenga viva.